La pasada semana podíamos ver en Canal plus un reportaje sobre el modelo de gestión de la SD Eibar, una sociedad ejemplar que se convierte en nueva víctima de la absurda normativa de las Sociedades Anóminas Deportivas. Esa normativa que somete a los equipos modestos que son ejemplo dentro y fuera de campo y en cambio es cómplice de los malos gestores. Al que se le ocurrió la
brillante idea de que sociedades sin ánimo de lucro debían convertirse en Sociedades Anónimas, ¿pensaría en algún momento las diferencias que hay desde el punto de vista del inversor entre unas y otras?
Por otra parte el periodista
Rubén Úría en su sección el hacha ponía una vez más en su sitio a todos esos personajes que han arrebatado el fútbol a sus legítimos propietarios que no son otros que los aficionados. Cuanto ganaríamos todos si hubiese más marca SD Eibar y menos marca España.
http://es.eurosport.yahoo.com/blogs/ruben-uria/marca-espa%C3%B1a-114357083--sow.html
Marca España es
que Mariano Rajoy, que lee el Marca cada mañana y el resto del día preside
España, diga
que el deporte es "testimonio de grandes valores".
Marca España es que
el presidente del gobierno exprese, en tono solemne, que "no hay meta que ningún
español no pueda aspirar a alcanzar".
Marca España es que los
políticos, con Rajoy a la cabeza, hayan dado luz verde a una iniciativa de la
LFP llamada
World Challenge, calificada como “acontecimiento de
excepcional interés público” en la Ley de Presupuestos Generales del Estado.
Marca España es que esa iniciativa, con el visto bueno de los
políticos, se aplauda cuando Bruselas, tras varios meses de investigación del
comisario Almunia, haya dado un ultimátum a siete clubes españoles por presuntas
ayudas estatales.
Marca España es que los algunos políticos españoles
acusen a Almunia de filtrar los nombres del Madrid y el Barça en la
investigación, cuando la UE acusa a Almunia de no investigar a fondo por ser
español.
Marca España es que, a finales de 2012, el fútbol acumulase
una deuda de 3.600 millones de euros y unos 660 a Hacienda, aunque se ha
reducido en unos 150 millones, según anunció el
Secretario de Estado para lo
que queda de Deporte.Marca España es que la RFEF, con su afán recaudatorio y modelo
negociador, use la mejor selección de la historia para hacer caja mientras su
presidente-residente se empeña en impulsar una petición de indulto para un
condenado por malversación de caudales públicos.
Marca España es que
Javier Tebas -a título personal-, Florentino, Rosell, Cerezo y varios
presidentes más, firmen ese indulto para Del Nido [Pregunta: ¿qué dirían de
Rajoy si firmase una carta pidiendo el indulto de Matas, a título personal y no
como presidente del Gobierno? ¿exigirían su dimisión?].
Marca España es
que Miguel Cardenal, Secretario de Estado para el Deporte, hable de
transparencia y justicia en el fútbol patrio, cuando está más callado que una
meretriz en misa sabiendo que Gil Marín fue condenado por estafar a su propio
club, que Cerezo fue cooperador necesario de un delito prescrito de apropiación
indebida y que la ampliación de capital del Atlético en 2003 ha sido tachada de
fraude.
Marca España es comprobar, con estupefacción y vergüenza, que
la industria pretenda que los aficionados sean tratados como delincuentes y los
delincuentes, como aficionados.
Marca España es comprobar que Miguel Cardenal considere al Barcelona
adalid de esa marca cuando, más allá de la indiscutible aportación deportiva de
sus deportistas y secciones, ha sido politizado como ariete del desafío
soberanista. Marca España es usar nuestro fútbol como reclamo
por ultramar, mientras Alberto Fabra reconoce que le dijo al presidente de
Bankia – rescatada con el dinero de los españoles- que había que vender al
Valencia “a quien garantice que en dos años va a ganar la Champions”. Marca
España es hablar de una competición limpia y transparente, cuando después
de varias denuncias y casos de presunto amaño, los mecanismos para penalizar a
los culpables son ridículos e insuficientes. Marca España es la
tolerancia e incluso ¿financiación? de clubes a ultras y cerebros rapados de
extrema derecha que encuentran refugio y caverna en un fútbol donde algunos
directivos tienen el rostro de decir que combaten el racismo y la xenofobia.
Marca España es que clubes y futbolistas amparen y apoyen una
campaña inclasificable, donde el aficionado aparece como agresor y el protegido
como víctima. Marca España es que los ricos hagan un vídeo exigiendo a
los pobres que no les roben en tiempo de crisis. Marca España es que
las estrellas de la Liga graben un vídeo en contra de la piratería, sin tener el
coraje de grabar otro denunciando unas entradas con precios prohibitivos.
Marca España es que los mejores del campeonato protagonicen un vídeo
contra la piratería, cuando no han tenido pelotas ni balón para grabar otro
instando a los clubes a pagar lo que le deben a Hacienda que, por lo visto, no
somos todos. Marca España es que algunos futbolistas se presten a salir
en un vídeo contra la piratería, mientras nadie les convoca para grabar otro
condenando a los dirigentes corruptos. Marca España es que las
estrellas de la Liga luzcan palmito contra de la piratería en recesión, cuando
ellos no graban un vídeo que proteja a los hinchas, muchos de ellos en paro, del
sobreprecio en sus abonos.
Marca España es pedir a los aficionados del Athletic una Liga en
lunes y que pongan buena cara o exigir a los aficionados del Real Madrid que
paguen 60-65 euros ante el Schalke 04, después de que el partido de ida acabase
con 1-6, apelando a su devoción cristiana. Marca España es ver cómo en
las finales por los títulos, el hincha es la última prioridad de un negocio
donde clubes e instituciones, sin recato ni vergüenza, se apropian de miles de
entradas para compromisos empresariales y publicitarios. Marca España
es que los clubes, a pachas con las televisiones y plataformas de pago
asfixiadas, se quejen de los horarios que ellos mismos aprueban y fabrican, en
un mercado persa de intereses económicos cuyo fin último es echar al hincha de
la grada para que pague desde el sofá. Marca España es edificar una
ética de la suciedad donde políticos, televisiones, presidentes, directivos,
agentes, futbolistas y periodistas se arrogan la propiedad de una industria que
se pasa por la entrepierna a los legítimos dueños del espectáculo, los pobres
aficionados.
Rubén Uría / Eurosport